viernes, 12 de junio de 2009

REALIDAD NACIONAL DEL HECHO MIGRATORIO

REALIDAD NACIONAL DEL HECHO MIGRATORIO

El Ecuador no ha sido el mismo desde que en los análisis se ha incluido el hecho migratorio pues este fenómeno ya cruza un importante segmento de nuestra historia.
Emigrantes, Inmigrantes, Refugio, Desplazamiento

En el libro "Migración en el Ecuador" de Alberto Acosta, Susana López y David Villamar, del cual se han tomado la mayor parte de sus estudios para este análisis, se plantea que “para entender la realidad de la emigración ecuatoriana hay que distinguir dos etapas cronológicamente bien definidas. Antes de 1998 y después de 1998” Así en el Ecuador se pueden distinguir dos procesos migratorios distintos:

El primero:

Se inició hace varias décadas particularmente desde algunas zonas deprimidas de la Sierra como Azuay y Cañar, y se aceleró a partir de los 80. El principal destino de este primer flujo migratorio era los EE.UU. No se presentó de manera acelerada, por lo que no produjo ni las preocupaciones ni el interés actual. Sin embargo, sí se realizó de modo permanente durante varios años. Esto determinó un movimiento migratorio modesto, pero constante hacia el exterior, que con el tiempo reunió a un número significativo de ciudadanos ecuatorianos en EE.UU.

El segundo:

Alcanzó rápidamente una amplitud nacional, es bastante nuevo, pues su inicio data de la segunda mitad de la década del 90. Se mantiene activo en el presente, y, aunque por diversos motivos últimamente parece haber perdido algo de vigor, no hay razones concluyentes que lleven a pensar en su culminación, por lo menos en el corto plazo. Como se sabe, el destino principal de este flujo ha sido Europa (con España e Italia a la cabeza). Y, a pesar de su cortedad, este proceso ha adquirido una importancia crítica para la sociedad ecuatoriana.

Características de estos procesos

La Migración hacia EEUU desde el Austro

En el caso de la emigración hacia EE.UU, los estudios demuestran que la procedencia de migrantes hacia este país es predominantemente desde las provincias de Azuay y Cañar. Investigaciones han demostrado que comunidades mestizas al sur de la provincia de Cañar con una historia de minifundios por la concentración de la tierra, con cierta experiencia migratoria temporal dentro del país hacia las empresas agrícolas costeñas, y relacionadas con el comercio y tejido de sombreros, fueron las que enviaron los primeros migrantes a los Estados Unidos a comienzos y mediados de los años setenta. Varios analistas coinciden en que el principal detonante para las emigraciones desde el austro fue el colapso del comercio de los sombreros de paja toquilla “esta es la razón por la que el centro-sur del Ecuador se tornó en el eje central de salida”.

El gran éxodo de Cañar y Azuay, ocurrido durante los años ochenta, se entiende mejor como la intensificación de un fenómeno que empezó a gestarse algunas décadas atrás (Kyle:2002 en Acosta, López, Villamar:2006). A mediados de los años noventa, más comunidades indígenas participan en la migración transnacional. Como hecho demostrativo una comunidad indígeno/mestiza en el norte del Cañar, evidenció un incremento en el número de emigrantes de 15 a más de 60 en un período de ocho meses entre 1994 y 1995, de los que con excepción de dos, eran de sexo masculino. Un mayor número de mujeres migran durante los años noventa, obligadas por numerosas razones incluyendo, la desesperación económica y emocional, que la migración transnacional dominada por el sexo masculino produce con el paso del tiempo (Jokisch:2001).

El predominio de la emigración masculina se evidencia al comparar las estadísticas de género de las provincias antes mencionadas con las tendencias a nivel nacional. En efecto, si a nivel de país existen 102 mujeres por cada 100 hombres; en la provincia del Azuay la relación es de 114 mujeres por cada 100 hombres; y en la provincia del Cañar es de 118 mujeres por cada 100 hombres. Es decir que, en estas dos provincias, hay 14 y 18% más mujeres que hombres respectivamente.
La mayoría de emigrantes ecuatorianos, regularizados y no regularizados, se han establecido en Nueva York Metropolitano, donde demuestran una notable concentración. La población ecuatoriana es el octavo grupo Hispano/Latino más grande que se encuentra viviendo en los Estados Unidos, y la segunda nacionalidad sudamericana más grande detrás de Colombia. Pues aunque resulte inconcebible, es bastante conocido que la tercera ciudad con más ecuatorianos en el mundo, luego de Guayaquil y Quito, no es Cuenca sino Nueva York. En efecto, mientras la ciudad de Cuenca cuenta con algo más de 277000 habitantes, la ciudad de Nueva York acoge, según estimaciones nacionales a más de 359000 ecuatorianos o más.

Al analizar las tendencias migratorias registradas hacia 1990, se puede constatar que “en las provincias de la Sierra (con excepción de Pichincha), entre el 20 y el 39% de la población nativa ha emigrado. Lo han hecho 2 de cada 5 personas que nacieron en Bolívar, 1 de cada 3 en Carchi y Loja, algo más de un cuarto de Cotopaxi, Chimborazo, Imbabura, pero también de Esmeraldas, Manabí y Los Ríos” (Guzmán:1994 en Acosta, López, Villamar:2006)

No son solo éstas las principales características que podemos notar, para el caso de la migración hacia Norteamérica se pude decir que el proceso se ha dado gracias al desarrollo de redes ilícitas que facilitan “el viaje”, es decir realizan los préstamos para cubrir el costo de los trámites, con una tasa de interés de usura e incluso gestionan visas y pasaportes falsos, se constituyen en contrabandistas de seres humanos al transportarlos sin las más mínimas condiciones que un viaje de uno a siete meses requiere según la ruta que los obligan a seguir. El perfil demográfico de los pasajeros aprehendidos es idéntico al perfil de los migrantes por tierra; un 70% son varones, la mayoría jóvenes, y predominantemente provenientes de Azuay, Cañar y Chimborazo. Las redes migratorias que unen el centro-sur del Ecuador con los Estados Unidos persisten, y el riesgo incrementado de detención y de daños personales, vía la ruta por tierra, han forzado a los migrantes a viajar en buques de pesca, una ruta peligrosa que ha costado el naufragio de más de un buque y podría llevar incluso a más pérdida de vidas en el mar. Recordemos con pesar la muerte de aproximadamente 100 compatriotas en aguas colombianas en agosto de 2005.


La migración después de 1998

En la década de los 90, El Ecuador atravesó la peor crisis económica de su historia republicana. Esto modificó el comportamiento socioeconómico de la población, transformando radicalmente las estrategias de supervivencia de las familias, dando así lugar a un proceso emigratorio muy diferente del hasta aquí descrito.

Esta crisis se caracterizó por la quiebra de empresas, la pérdida de empleos, la reducción del poder adquisitivo de los salarios, el congelamiento de los depósitos, la caída de las inversiones sociales – salud, educación, desarrollo comunitario, vivienda-, e encarecimiento de los servicios públicos, un ambiente de severa inestabilidad política y creciente inseguridad ciudadana. Todo esto ocasionó, por un lado, un deterioro violento de la calidad de vida en la población; y por otro lado, la caída vertiginosa de la confianza en el país, y consecuentemente, el descenso de la inversión nacional, así como extranjera.

Según varias estimaciones, desde 2000 a 2004, más de un millón de ecuatorianos habrían salido del país; hay cálculos que superan las cifras mencionadas para los dos períodos descritos, pues establecen que el número de ecuatorianos y ecuatorianas en el exterior puede bordear los 3 millones.

Como un dato interesante para revisar, durante este período de crisis, en el 2000 el servicio de la deuda por habitante llegó a 156 dólares y el gasto social fue de apenas 50 dólares por persona. Según informaciones de UNICEF, el servicio de 15.700 millones de dólares que realizó el Ecuador entre 1990 y 1999 por concepto de deuda externa, equivalió a 135 años del presupuesto de salud, a 123 años del bono solidario para las personas más pobres, a 51 años del presupuesto de educación.

Aunque el factor económico es un elemento esencial en la comprensión de un proceso emigratorio como el ecuatoriano, no basta para explicar y describir su comportamiento, pues existen otras variables igualmente importantes que intervienen en todo proceso social. Es importante entonces, tener presente que la idea tecnocrática de un flujo emigratorio que varía automáticamente en función del crecimiento económico es, en esencia errónea. Por ejemplo, a pesar de que en 2001 Ecuador tuvo el crecimiento económico más acelerado de América Latina (5,1%), el flujo migratorio se mantuvo en niveles elevados, aunque algo menores que en el año 2000. Esto permite intuir que las causas económicas, por sí solas, no explican el fenómeno emigratorio en su totalidad.

Cifras compartidas por varias personas hablan de que el número de ecuatorianos y ecuatorianas en España sería de por lo menos 450.000 personas al finalizar 2004, de los cuales unos 180.000 estarían regularizados; sin embargo, hay que anotar que hay funcionarios del gobierno español que señalan que incluso dicha cifra puede ser muy conservadora, pues podrían existir mucho más de 500.000 personas emigradas de Ecuador, residentes en España. Este proceso emigratorio tan masivo en España ha convertido al colectivo ecuatoriano, que en 1998 ocupaba un discreto décimo puesto entre las comunidades extranjeras, en un grupo humano que disputa el primer puesto a los africanos.

Si bien la emigración masiva a España se vio facilitada por el Acuerdo hispano-ecuatoriano de 1963, por el cual se permitía a los ecuatorianos ingresar a España como turistas durante 90 días sin una visa, ésta en su volumen y extensión deber ser comprendida como una respuesta ante la crisis económica y política nacional favorecida por la demanda en España de mano de obra no calificada y con preferencia para la femenina; como también la maduración de redes migrantes , se presume que éstas fueron establecidas por migrantes pioneros desde la Provincia de Loja y Otavalo que se trasladaron a fines de los años ochenta y comienzos de los noventa. El hecho de que la visa no hay sido un obligado requisito así como la habilidad de viajar dentro de los países del Acuerdo de Schengen, permitieron a los ecuatorianos, que podían reunir de 3.500 a 4.000 dólares y convencer a las autoridades de migración que él o ella son turistas, ingresar a España y luego buscar trabajo y/o un auspiciante que pueda ofrecerles un contrato de trabajo, lo cual era el primer paso obtener un permiso formal de trabajo.

En Italia algunas estimaciones realizadas hablan de hasta 120.000 ecuatorianos, pero quizás una cifra realista podría bordear las 70 mil personas. Aunque con Italia existen menos lazos culturales que con España – comenzando por la diferencia en el idioma – este considerable flujo de ecuatorianos se explica en gran parte por el hecho de que la economía subterránea italiana es una de las más grandes del mundo. Esto facilita la inserción laboral de los ecuatorianos, sobre todo en actividades comerciales de tipo informal.

Una de las características claves de este flujo migratorio es que “la decisión migratoria” es adoptada por como una estrategia familiar de subsistencia: el individuo deja de ser la unidad primaria del fenómeno migratorio, y dicho papel es asumido por las familias. Este hecho aparentemente simple es la clave de la importancia del fenómeno emigratorio para el país, pues esto define aspectos como estructura familiar, duración e intensidad del flujo migratorio, y sobretodo vinculación familiar a distancia.


Las remesas de los emigrantes y sus efectos en la economía Ecuatoriana

Durante los últimos años, las remesas de los emigrantes han registrado un notable incremento, convirtiéndose en un puntal de la economía. En efecto, en el 2007 las remesas alcanzaron 1.900 millones de dólares respectivamente. En ambos años, las remesas fueron la mayor fuente de divisas del Ecuador luego de las exportaciones petroleras, superando incluso los ingresos percibidos por exportaciones de banano, cacao, café, camarón, y atún, principales productos tradicionales.

Con fines estadísticos, el Banco Central del Ecuador contabiliza las remesas como parte de la balanza de transferencias, en la cuenta corriente de la balanza de pagos. A este respecto, debe mencionarse que, al referirse a transferencias, se habla de donaciones. Esta clasificación es equívoca y menosprecia el valor del trabajo de los emigrantes, ya que las remesas no constituyen en forma alguna una donación. Por el contrario, son una remuneración duramente ganada por los ecuatorianos, quienes no sólo han trabajado arduamente, sino que han debido pagar el precio de alejarse de sus familias y abandonar su patria por un futuro incierto, muchas veces agresivo e injusto. Una correcta clasificación de las remesas, las colocaría como parte de la balanza de servicios y rentas, que contabiliza los ingresos netos provenientes del exterior ya sea por servicios prestados, renta del capital o renta del trabajo. Sin embargo, por cuestiones técnicas y ya que las remesas no pagan impuestos, se las clasifica como transferencias.

En el año 1991, cuando la emigración no era tan significativa, los ecuatorianos que habían salido del país enviaron aproximadamente 109 millones de dólares. Este monto no representaba ni siquiera e 1% del PIB, mientras que en el mismo año, las exportaciones petroleras alcanzaron un 10% del PIB y las bananeras un 6%. Diez años más tarde, en el 2000, dichas remesas alcanzaron la mencionada cifra de 1364 millones y subieron a un 10% del PIB.

La participación de las remesas en el PIB ha pasado de un modesto 1% en 1991 al 8% en 2001, valor que corresponde al doble del gasto social de Estado y que es recibido por los familiares de los emigrantes de manera directa. Esos recursos dieron oxígeno a la economía, en especial a las provincias meridionales de la Sierra, como Azuay, Cañar y Loja, donde seis de cada 10 habitantes tienen familiares viviendo en el exterior. A esa zona fueron unos 650 millones de dólares de los más de 1.364 millones ingresados en el 2000.

Las remesas en su mayoría (61% en el año 2003 según el BID) son empleadas para cubrir las necesidades básicas de su familia como alimentación, alquiler, luz, agua, etc. Eso permite una mejoría en el grado relativo de bienestar de las familias de las y los emigrantes y de mejora de los niveles de consumo.

Los ecuatorianos según el FOMIN por lo general envían el 33% de su ingreso. Este porcentaje depende generalmente de factores como el mercado de trabajo, la experiencia laboral, la reunificación familiar, los ingresos mensuales, lugar de trabajo, tiempo de permanencia, etc.

La cantidad media por envío desde España se estimaba (en 2002) en 369 € mensuales, donde se recibe un sueldo promedio de 637€ mensuales; mientras que en EEUU la cantidad promedio de envío es de aproximadamente $ 537 y el sueldo promedio es $ 987 mensuales.

4 comentarios:

  1. Excelente trabajo. Muy buen análisis e información

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  2. Un resumen acertado que recoge hechos específicos que ayudan a mejorar los conocimientos buenísimo.

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  3. Un resumen acertado que recoge hechos específicos que ayudan a mejorar los conocimientos buenísimo.

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